miércoles, 12 de febrero de 2014

Proceso de compra. Vol.II - Consejos

Como os prometía en la anterior entrada, os contaré (sí, así de sopetón) el mayor encontronazo que tuve con las inmobiliarias. Que, dicho sea de paso, todas parecen haber surgido de una pequeña mafia absurda que contrata a vendedores extraños que te intentan convencer de cosas totalmente aleatorias como que tal distribución es perfecta o que la ventaja de ahora es que puedes poner suelo laminado encima de cualquier suelo. O que van a poner ascensor en ese cuarto al que acabas de subir por una escalera horrible en la que, en cada tramo, temías que apareciera algún peligro interior potencialmente peor que cualquier peligro exterior.

Una vez aprendáis a tomaros con humor el hecho de que el 80% de los agentes inmobiliarios son unos personajes, las visitas serán menos surrealistas. Bueno, parecerán menos surrealistas que al principio. En nuestro caso tuvimos a un señor que nos intentaba convencer de que la inmobiliaria era suya porque él facturaba como autónomo. Nunca entendí ese interés en convencernos de eso. Sobre todo porque ese día y en ese momento estábamos en un piso pequeño, oscuro, sucio y maloliente (muy maloliente). Yo lo que quería era irme, y el tipo ahí parado justificando su alegato. Mientras tanto, su acompañante, un señor de su misma edad (unos 40) no hacía más que ponerle pegas al piso y mirar con cara de asco. Pero no en plan antipático, al contrario, hacía bromas todo el rato.

Otro de los agentes fue bastante gracioso. La historia es graciosa aunque corta. No llevaba las llaves. Sí, así de simple. Existe. Un agente que va a enseñarte un piso y no lleva las llaves. Fuimos hacia el bloque, subimos la escalera, sacó un llavero, probó una y vio una cerradura que no le sonaba. Llamó a noséquién y, efectivamente, esa cerradura él no tenía como abrirla. No nos ofreció enseñarnos nada más ese día, nos dijo que en cuanto tuviera la llave nos avisaba y todavía estoy esperando. Me quedé con la intriga de cómo sería aquel piso del que no me gustó demasiado la zona pero sí el precio. Ya es mejor no pensarlo.

Y nuestro agente estrella: el imprensentable de dudosa confianza.
Este se merece una sola entrada pero intentaré resumirlo aquí para no regodearme más en la ira, el enfado, la decepción y la vena psicópata que me sale cuando me acuerdo de esa historia.
Este personaje (era mortalito, como se dice en mi pueblo) no tenía desperdicio. Nos hacía siempre esperar, unas veces no aparecía (mandaba a algún compañero para que nos enseñara el inmueble y le teníamos que contar a ooooootra persona más nuestra vida y el por qué nos gustaría que tuviera 3 habitaciones), se empeñaba siempre enseñarnos tipos de piso que ya le habíamos dicho que no queríamos, etc. Y pensaréis, ¿por qué quedabais con él entonces? Simple. Porque la inmobiliaria para la que trabajaba tiene casi el monopolio de la zona donde queríamos vivir. Spoiler: al final compramos en el barrio anexo.

Al grano. Un día vamos a su oficina porque teníamos que ver otra tanda de pisos con escaleras de la muerte (en serio, hay bloques que deberían plantearse aunque sea poner una luz en condiciones), justo al llegar nos habla de un piso que nos puede interesar pero que tenía el problema de que, al ser de herencia, había que pagarlo al contado. (Esto es porque al no estar elevado a público no se puede hipotecar, con lo cual la operación de compra tiene que ser al contado y una vez elevado a público ya puedes hipotecar el inmueble, que es tuyo). En este tipo de circunstancias el precio baja muchísimo porque los vendedores son conscientes de que la mayoría de la gente no tiene una losa con 50.000€ en metálico en su casa. Fuimos a ver el piso, igual que muchos que habíamos visto y que valían 20.000€ más, la zona genial, el piso muy bien (para reformar, ¿qué os creíais? pero con ese precio, lo que te "ahorras" te da para una super-reforma) así que lo que quedaba era ver si podíamos conseguir el dinero en una ardua recopilación de favores familiares.
En un par de días habíamos ido al banco, a nuestros padres, hermanos, etc y habíamos conseguido reunir todo lo necesario para lanzarnos a por nuestra ganga.

¿Qué pasó? Este maravilloso personajo nos dijo que diéramos la señal y el señor del banco nos recomendó que primero comprobáramos que el piso no tenía deudas o problemas fiscales, o con el banco o con el registro de la propiedad, la herencia, etc. Así que comunicamos nuestra intención de compra a la inmobiliaria y el banquero se puso manos a la obra en un spring de comprobaciones burocráticas. En la inmobiliaria nos dijeron que era nuestro y le llevaron los papeles pertinentes al señor del banco. En cuestión de dos o tres horas... ¡Dos o tres horas! ya estaba todo listo y llamamos a la inmobiliaria para llevar la señal. Pero... oh wait... EPIC FAIL. Casualmente... (y una m!) nos dijo este señor que alguien acababa de llevar una señal para ese piso. ¿Hola?. Habíamos hecho las comprobaciones en tiempo récord, habían llevado ellos todo lo necesario al banco porque en teoría era nuestro (nos dieron su palabra). Y ahora resulta que cuando tenemos a toda la familia movilizada y todos los papeles en la mano ¿nos dice que no? Imaginaos la carita que se nos quedó. Primer gran chasco de nuestra experiencia como compradores de inmueble.

Pero de todo se aprende, así que a partir de ahí, aunque menos ilusionados, hacíamos un interrogatorio intensivo a los agentes, unas miradillas con el rabillo del ojo y una dosis muy prudente de desconfianza. Se disfruta menos. Porque ya no son visitas desde los mundos de Yupi pensando... "¡Yuhu! ¡Seguro que va a ser un piso super ideal!". Pero no perder la esperanza es la clave. Porque al final... ¡El piso de tus sueños acaba apareciendo! (¡Y con otra inmobiliaria! ¡¡Ea!!).

Sin rencores.

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